sábado, 10 de septiembre de 2011

OdeSSa



 
Al finalizar la segunda guerra mundial hubo por toda Europa un continuo ir y venir. Muchos de los que habían tenido que exiliarse por culpa de los nazis regresaron a su patria, y por el contrario, muchos de los militantes del partido nacionalsocialista trataron por todos los medios de huir al extranjero. Pero las fronteras europeas se encontraban cerradas a cal y canto y por doquier se destaba la persecución a los antiguos nazis.
En aquel entonces surgió ODESSA.

ODESSA son las siglas de la llamada Organisation der ehemaligen SS-Angehörigen (Organización de Antiguos Miembros de la SS).
Esos antiguos nazis, cuando se dieron cuenta de que el Tercer Reich tenía perdida la batalla, acumularon dinero y tesoros artisticos que trasladaron en buena parte a otros paises en los que pensaban asentarse.
Mucho oro fluyó entonces a las arcas del Vaticano
No pretendo afirmar en modo alguno que se supiese desde un principio de donde procedía aquel dinero y cuales eran los fines a los que estaba destinado, pero cuando la curia descubrió todo aquel tinglado, ya era demasiado tarde, así que tanto el Vaticano como ODESSA abrigaban el interés común de mantener aquel asunto en secreto.
El truco que se habían inventado los antiguos nazis era francamente genial, pero no había sido posible sin el consentimiento de la curia.
En primer lugar, todas aquellas gentes, dondequiera que se encontrasen en aquellos momentos, bien fuese Alemania, Austria, Francia o Italia empezaron a entrar en los monasterios, pero en estos no pasaban mas que un par de dias, y despues se marchaban llevandose por lo general una carta de recomendación firmada por el abad, para meterse de momento en algún otro convento, en el que pasaban tán solo unos pocos dias para ir en busca del siguiente. Y de este modo iban desapareciendo poco a poco todos los rastros. Y al final todas aquellas personas terminaban....(.....)

La Santa Sede les extendió documentos falsos, legitimó sus habitos les dio nombres nuevos y les adjudicó nuevas direcciones de origen, y no hay más remedio que confesar, viendo todo aquello con mirada retrospectiva, que el procedimiento de asignación de lugar de residencia no carecía de cierta ironía, ya que las direcciones fueron precisamente las de las sedes episcopales en Viena, Munich o Milán.

La conjura sixtina. Philipp Vandenberg. 1988

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